Las tareas escolares se consideran un tema de
controversia en la actualidad. Lo que antes era una obviedad a la hora de
mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje, ahora supone demasiado tiempo, pudiendo
tener más efectos negativos que positivos sobre el aprendizaje. En una sociedad
donde no solo se mira la eficacia, sino la eficiencia de cualquiera tarea,
teniendo en cuenta la velocidad, dedicar tiempo a tareas, que muchas veces
resultan repetitivas, es considerado razón suficiente para hacer crítica y
replantear la metodología del docente.
A pesar de ello, existen posturas tanto a
favor, como en contra de mandar tareas para casa a los alumnos/as. A favor,
podemos decir que ayudan a desarrollar responsabilidad y autorregulación en los
estudiantes. También, pretenden afianzar el conocimiento que los alumnos han
trabajado en clase. Por otro lado, la realización de tareas escolares en casa
supone, en muchos casos, ocupación de tiempo para padres/madres que a penas
tienen y que supone privarse de hacer otras actividades familiares tan
importantes como ayudar a hacer deberes (González, Guerra, Prato & Barrera,
2009).
Muchos padres se quejan de la cantidad de
tareas que sus hijos llevan a casa, además de cuestionar si estas son útiles
para afianzar conocimientos. No obstante, tal y como puntualiza González,
Guerra, Prato & Barrera (2009) “el involucramiento parental en las tareas domiciliarias, influye en el
éxito académico de los estudiantes”, entendiendo, por tanto, que es la implicación familiar la que
favorece directamente al rendimiento y al aprendizaje, no las tareas.
De otra manera, un estudio
realizado por Valle, Pan, Núñez, Rosário, Rodríguez &
Regueiro (2015) en el que se mide la relación entre los deberes escolares y e
rendimiento académico, concluye con que en el primer ciclo de Educación Primaria
(EP) no es significativa la correlación entre ambas variables, mientras que
para el segundo y, sobre todo, el tercer ciclo de EP, “realizar un mayor número de deberes redunda
en un mejor rendimiento académico”. Esto puede deberse a las etapas evolutivas y a la capacidad de
atención que los niños van ganando a medida que crecen.
Por último, me
gustaría resaltar la idea de la responsabilidad del docente a la hora de mandar
tareas para casa. No se debe hacer como algo rutinario, sino como una tarea que
implica tener en cuenta múltiples variables, como la edad a la que dirige las
actividades, tipo de tarea que va a mandar, contenido que se va a trabajar… Estoy
de acuerdo con que los deberes pueden ser beneficiosos para el aprendizaje y el
rendimiento académico, pero no se debe olvidar nunca su intencionalidad y su
adecuación al objetivo que se persigue.
Finalmente, como
futura docente, me parece acertado aprovechar el tiempo de clase para las
tareas que supongan mayor dificultad o mayor requerimiento de concentración y,
dejar para casa, aquellas que sean más livianas o que ayuden a tener
conocimientos previos sobre lo que se va a trabajar en clase al día siguiente
(tareas como, investigar, preparar materiales…) sobre todo en el primer ciclo
de EP.
REFERENCIAS DOCUMENTALES:
González Tornaría, M. L., Guerra, A., Prato, S., & Barrera, P.
(2009). Los deberes escolares en el marco de las relaciones familia - escuela. Ciencias Psicológicas, 3(2), 219-224. Recuperado de http://www.scielo.edu.uy/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1688-42212009000200010&lng=es&tlng=es.
Valle, A.,
Pan, I., Núñez, J. C., Rosário, P., Rodríguez, S., & Regueiro, B. (2015). Homework and academic achievement in Primary
Education. Anales De Psicología / Annals of Psychology, 31(2), 562-569. Recuperado de: https://doi.org/10.6018/analesps.31.2.171131.
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